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sábado, 6 de octubre de 2007

En la ciudad de Sylvia

Ayer, tras leer una crítica positiva en blogdecine, decidí tratar de sorprender a Elena viendo "En la ciudad de Sylvia". ¡Y vaya si la sorprendí! Después de ver "La jungla 4.0", me pareció justo restaurar nuestras neuronas con una película que anticipé como metafórica y profunda. Me equivoqué, no era así. Era muy metafórica y muy profunda. Veamos por qué.

Hay películas que flojean en un determinado momento debido a un bajón en el ritmo narrativo. Aquí no, la constante del film es hipotensa, en él todo transcurre de forma especialmente pausada, creando un ritmo tan lento como absurdo, puesto que dicho tempo no aporta nada y acaba aburriendo e irritando.

Baste poner un ejemplo, sin ir más lejos, la primera escena: Xavier Lafitte sale pensativo -muy profundo-, lápiz y cuaderno en mano -muy bohemio-, tomando notas. El plano queda fijo; dura tanto que acabaron floreciendo murmullos por toda la sala. Toda la película es así:la siguiente escena consiste en otro plano fijo donde se muestra cómo sale del hotel donde se hospeda, algo que se puede mostrar en 10 segundos lo resuelve en 5 minutos. Está compuesta por una lenta sucesión de encuadres fijos, en el que la cámara se deja grabando antes, durante y después de la aparición de los "protagonistas" como pretendiendo significar algo. Parece ser que el autor se ausentó en clase cuando explicaban la elipsis cinematográfica.

El diálogo es prácticamente inexistente, y el poco que hay no aporta nada. Respecto a esto, he leído a alguien comentar que Guerín "opta por contar el cine desde su lenguaje: la imagen". Me da a mí que tanto el director como el que lo comenta ignoran que el cine es un arte audiovisual (hasta el cine mudo tenía banda sonora y, por no tener, tampoco tiene esta película).

Puede que el motivo de mi desconcierto resida en que no soy tan moderno y bohemio como Guerín y, por lo tanto, no entiendo su código visual-escénico o su guión etéreo. Pero, insisto, eso es un problema y no mío precisamente, sino suyo. Como escribe Román Gubern en "La mirada opulenta", la comunicación precisa de un código que entiendan tanto emisor como receptor. También comenta que lo que en una cultura puede tener un significado positivo, en otra puede suponer una agresión.

Por lo tanto, no es que yo no entienda la película porque no lleve gafas de pasta, es que José Luís Guerín agrede a mi inteligencia con la misma. Y puedo asegurar que no fuimos los únicos en no entenderla ya que, cuando una película acaba, siempre oigo comentar a la gente algún momento o característica que especialmente les ha gustado. Al término de ésta, sólo pude escuchar el peor comentario que puede recibir una producción artística: el silencio.

Luego se queda tan ancho con la siguiente afirmación:

'En la ciudad de Sylvia' es sobretodo un esbozo. Las películas de verdad aún las tengo que hacer.

Ahí no puedo más que darle la razón.

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