blog sobre diseño y comunicación multimedia

lunes, 18 de febrero de 2008

Diseño usable (I)

A los diseñadores industriales nos suele hacer gracia escuchar aquello de objetos "de diseño". Todo, absolutamente todo producto, tiene una fase de diseño en su creación.

Cuando alguien habla sobre alguna creación "de diseño", suele referirse a un producto en el que prima el diseño estético -generalmente muy "moderno"- sobre la usabilidad del producto. Por lo tanto, la forma determina la función, siendo la experiencia de uso un tanto desquiciante.

En la arquitectura también se producen situaciones aberrantes. Un gran ejemplo -por la magnitud de la cagada- son las escaleras de emergencia que debieron aplicarse al Museo Príncipe Felipe de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en Valencia. Santiago Calatrava diseñó su peculiar edificio con un diseño rabiosamente vanguardista -y rabiosamente difícil de limpiar- en su línea. Una vez finalizada la obra, se dieron cuenta de que no cumplía la normativa de seguridad pertinente y le tuvieron que añadir dos cacho escaleras de emergencia a cada extremo del edificio. Por cierto, dichas escaleras permanecen cerradas con una cinta de seguridad. No queráis saber por qué.

El ejemplo de antes sirve de introducción a lo que me ha venido llamando la atención desde hace un tiempo; para justificar lo injustificable con un "pasa en las mejores familias". Hablo de otro parche a una obra finalizada como las escaleras de emergencia de la CAC, las rampas-raíles en las escaleras.



Como podéis ver en la imagen, su utilidad es más bien nula y supone un insulto al posible usuario (padres con carrito de bebé, alguien en silla de ruedas, abuela con carrito de la compra, etc.).

Espero que los diseñadores (arquitectos incluidos) dejen de únicamente mirarse el ombligo y apliquen sus conocimientos de usabilidad, aunque no siempre sean sencillos de aplicar o no resulten estéticamente atractivos.

Hay que pensar en el producto desde el punto de vista del usuario, que es quien finalmente usará nuestros diseños. Y pensar en el producto desde ese punto de vista es pensar en el usuario. Y la usabilidad consiste en pensar en el usuario antes, después y siempre.

lunes, 11 de febrero de 2008

Medio digital, medio analógico

Ya sabéis lo que opino acerca de la "Web2.0", la Internet "social". Sin embargo, la conciencia del "todos podemos dar nuestra opinión" tiene resultados positivos: la sociedad se rebela ante situaciones que le disgustan y discute sobre ello.

Hace poco vi cómo la Generalitat Valenciana gasta el dinero de los contribuyentes en publicitar el mantra del "aigua per a tots" (agua para todos) del partido que preside dicha institución. Imagino que a los ciudadanos no les importará mucho puesto que arrasaron en las anteriores elecciones. El siguiente cartel es la prueba.



Pero esto no es un blog político, aquí pretendo remarcar lo interesante que resulta la comunicación bidireccional -no deseada y mucho menos esperada- con esta propaganda como base.

Y es que los asesores políticos deberían haberlo visto venir...

Los ciudadanos empiezan a acostumbrarse al medio digital, dejando comentarios en entradas de blogs y en noticias de periódicos digitales. Hay que ser muy poco avispado para no darse cuenta de que ese hecho no es inherente al medio digital, sino que puede extrapolarse al medio analógico.



El análisis rápido de la situación es claro: el antiguo gamberrismo de dibujar bigote y gafas a los carteles publicitarios ha evolucionado.

Se nota que sobran universitarios y/o gente con cultura. El corrector podría haber dejado su dirección de correo electrónico, seguramente estén interesados en ofrecerle el puesto pertinente de Conseller.

PD. Para esa gente que salta enseguida: obviamente, la atribución del mérito de esa respuesta a la Web2.0 es puro cachondeo.

domingo, 3 de febrero de 2008

Monstruoso


La siguiente entrada puede contener spoilers. De todos modos, no merece ir al cine para ver esta película.

Resulta que a J.J. Abrams le gustó The Blair Witch Project (1999) y la versión de Spielberg de La guerra de los mundos (2005). Por ello, tras el aval que supone el gran éxito de Lost, se lanza a crear un híbrido de estas dos producciones con un presupuesto relativamente bajo. De los 24 millones de dólares de la producción, el 90% se ha ido en los efectos especiales puesto que el guión es plano, vacío y los personajes -desdibujados- no terminan de perfilarse nunca.

Lo más molesto de todo no es ya que no se molesten en explicar ni de refilón de dónde viene el monstruo y qué quiere sino, puta casualidad, que va a parar justo a Manhattan y no a un poblacho de Cuenca dejado de la mano de Dios. Claro, ver caer el edificio Chrysler o el Puente de Brooklyn impacta más que si el monstruo se llevara las Casas Colgadas por delante.

La carencia de historia empiezas a entenderla cuando te enteras de que están planeando más películas en torno a la historia. Quizás en las secuelas se dignen a que el guión cuente algo.

La película está creada de tal forma que sólo se ve lo que ve la cámara que llevan en todo momento los protagonistas. Es curioso porque al principio, cuando no pasa nada, el pulso de los cámaras y la calidad de los planos es pésima y mareante, imagino que para dotarlo de naturalidad y de un tono más realista. Sin embargo, con la película más empezada y con el peligro acechando, ¡su pulso y capacidad de encuadre es muy superior!

Pero, ¡ojo!, no os emocionéis: por mucho que avance la peli, sigue sin pasar nada.

La obra de Abrams puede compararse a una montaña rusa: promocionada viralmente (odio este palabro) como algo novedoso, está curiosa de ver, deberías pasarlo mal pero no llega a dar miedo y se te hace corta (¡65 minutos!).

La escasa duración tiene su parte positiva: no pretenden engañarnos extendiendo innecesariamente una historia que no da para más.

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